viernes, 23 de enero de 2009

Aurkezpena (III)

"Sin música la vida sería un error." Friedrich Nietzsche

No puedo estar más de acuerdo con el filósofo alemán.

Desde pequeña me han acompañado canciones que ahora son parte de la Banda Sonora Original de mi vida. Canciones, letras y melodías que completan y resumen en pocos minutos todas las etapas de mi existencia.

Me resulta complicado describir qué clase de música me gusta, puesto que a lo largo de 23 años, y al principio "obligada" por los mayores de la casa, la música con la que crecí no la elegía yo. Grupos como Platero y tú, Los Rodriguez, Hertzainak o Urtz, o solistas como Joaquín Sabina, entre otros, era lo que se escuchaba a todas horas.


Según he ido creciendo a esos artistas se le han unido otros que he conocido por "mi cuenta y riesgo", pero que son igual de importantes para resumir cada etapa que he ido quemando. Las canciones de Gatibu, Tontxu, Ismael Serrano, Miguel Bosé,... explican de una manera u otra los estados de ánimo, las sensaciones y sentimientos que tuve, tengo y tendré.

La música me ayuda relajarme o a motivarme, con ella puedo pensar u olvidarme de todo durante un rato. Me acompaña en viajes y en paseos. Me hace recordar momentos que, aunque en ocasiones no son agradables, otras muchas logra revivir buenas sensaciones.


"En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco."
Piotr Ilich Tchaikovski





jueves, 1 de enero de 2009

Lugares Comunes

Hoy he vuelto a ver una de esas películas que siempre recomendaría -aunque tuviera que pedir perdón en muchos casos-. Esas películas con las que, por simple que parezca el planteamiento, o la historia que cuentan, son las que podríamos protagonizar cualquiera de nosotros a lo largo de nuestra vida. Son historias que nos ayudan a pensar y nos colocan en la piel de otro.

Ésta, precisamente, habla de la lucidez. De la consciencia de hacerse mayor y de ver que el final está cerca. De cuando te das cuenta que ya no cuentan contigo. Aun así es un alegato al amor eterno.

Hay una escena, que siempre consigue emocionarme. El protagonista habla de las mujeres, y en especial de su esposa. No tiene desperdicio. Parece haber encontrado la forma de entendernos y de amarnos. Sus palabras, su forma de expresarse, el tono de voz. Todo repleto de cariño y respeto.

Experiencia no implica conocimiento. Yo no sé nada de mujeres.

[…]

Las pocas mujeres que conocí en mi vida, las admiré, las observé e intenté descifrarlas. Nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme. Creo que lo único importante es disfrutar de su presencia, no me di cuenta enseguida pero… un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas, esos momentos en los que parece que no pasa nada y pasa un mundo. Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia…, y aprendí a amarlas.

[…]

Llevo 40 años casado con la misma mujer, y le soy fiel.

[…]

No le estoy mintiendo, nunca me obligué a serle fiel a mi mujer, no es una norma o pacto a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que si alguien se cruza con alguno de los dos… mala suerte…, pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga. Nos obliga ser leales.

Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili, le puede ganar. Las admiro, las puedo admirar, me puede asombrar encontrarme a alguien como Tutti Tudela, pues yo estoy abierto a lo que sea, lo que pueda pasar…, pero no hay caso. Lili gana, Lili gana siempre.



La película es una coproducción hispano-argentina del 2002, en la que Federico Luppi vuelve a emocionar. De verdad, merece la pena verla. Ya pedire perdón si llega el caso.